martes, 10 de noviembre de 2009

El Patito Feo

Tierra adentro, en la parte baja de la pradera, escondido entre los altos juncos que crecían en el borde de la laguna, había un nido lleno de huevos. Mamá Pata estaba suavemente sentada sobre ellos, para darles calor. Esperaba con paciencia el nacimiento de sus patitos.
¡Crac! ¡Crac! Uno tras otro comenzaron a abrirse los huevos, y los patitos asomaban por ellos sus cabecitas. Pero... ¿qué será esa horrible ave gris que aparecía? Mamá Pata no salía de su asombro. "¡Ninguno de los otros patitos es como este!", exclamó.
Algunos días después, Mamá Pata fue caminando hasta la laguna seguida de sus patitos. ¡Plafff! Se lanzó al agua... y uno tras otro saltaron los patitos. Flotaban espléndidamente. Y hasta el patito feo nadó junto a ellos.
Pero después fueron al corral de los patos. Los otros patos los miraron con impertinencia y dijeron: "Miren, aquí viene otra cría, ¡como si ya no fuéramos bastantes! ¡Y qué feo es ese patito! ¡Sáquenlo de este corral! ¡No lo queremos!".
Uno por uno, los patos se lanzaron sobre el patito feo y lo picotearon en el cuello, y lo empujaron de un lado a otro. Vinieron después algunos pollitos y ellos también picotearon al pobrecito.
Mamá Pata trató de proteger al patito feo. "Déjenlo tranquilo", pidió a las malignas aves, "él no hace daño a nadie". Pero de nada sirvió. Y hasta sus propios hermanitos empezaron a tratarlo mal.
Todos los días era lo mismo. El patito feo no podía escapar al maltrato. "Creo que será mejor que me vaya lejos, muy lejos", se dijo por fin. Así es que, saltando el cerco, salió a viajar tan rápido como pudo.
Llegó el otoño. Las hojas se pusieron amarillentas y rojizas en el bosque. Una tarde, a la puesta del sol, aparecieron unos cisnes por entre los arbustos. "¡Ah! ¡Qué lindo ser tan hermoso como ellos!", suspiró el patito feo.
Vino después el invierno. Los días eran cada vez más fríos y el pobre patito feo tuvo que nadar en el agua helada que empezaba a congelarse a su alrededor. Nadie le traía alimentos y apenas tenía qué comer. Todo era muy triste...
En la primavera, cuando el sol volvió a calentar la tierra y las plantas a florecer, el patito feo notó que sus alas se habían agrandado y eran muy fuertes. Las batió contra su cuerpo, una y dos veces, hasta que por fin se elevó en el aire.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara en un gran jardín. Tres hermosos cisnes nadaban en un estanque. "Me gustaría ir con ellos", se dijo el patito. Quizá ni siquiera me hagan caso, por ser tan feo. Pero, sin embargo, no importa, lo intentaré".
Voló hasta el agua y nadó rápidamente hacia ellos. Pero cuando miró hacia abajo y vio su propio reflejo en el agua clara, ¡qué sorpresa! Ya no era un ave oscura y fea, como le había parecido siempre. Él también era ahora un hermoso cisne blanco.
Unos niños entraron al jardín, gritando: ¡Un cisne nuevo! ¡Mírenlo, aquí!" Y después añadieron: "¡Es el más lindo de todos los cisnes!".
El cisne nuevo volvió tímidamente la cabeza. Pero se sentía feliz. Aleteó, curvó el grácil cuello y dijo: "Jamás soñé con tanta dicha cuando era el patito feo".

P.D.: Dicen que así acaba el cuento, que todo patito feo acaba encontrando su bandada de patos con los que nadar contracorriente.

P.D.2: El texto lo tomé prestado de... aquí.

2 comentarios:

S. dijo...

Siempre me ha dado mucha pena el patito feo,porque aunque se vuelve guapo,sigue siendo triste,porque el cuento no termina diciendo que encuentra una patita y tienen patitos.Es muy triste.
Pinocho me da yuyu,ya ves.
Ahora el que me da pena,es el soldadito de plomo oju no lloraba yo ná.
Un besitoooooooooooooooooooooooo

en las nubes dijo...

Es mejor ser diferente. Guapo, feo, listo, petardo... cada uno somos unico y siempre haygente que lo ve y si no... ellos se lo pierden!!!

besotes!!!!