domingo, 31 de agosto de 2008

Maria Dolores Pradera



Esta mujer me fascina, no puedo evitarlo. Desde pequeñita me gustaba escuchar sus canciones, entonadas con voz grave pero serena, inquebrantable pero dulce. Fueran rancheras o boleros, milongas o habaneras, siempre ha sabido imprimir en las melodías un sello personal, convirtiendo en nuevas las tonadas populares o de sobra desgastadas por otros artistas.

Tienen sus canciones sabor a tiempos antaños, a tarde soleada de domingo en el baile de una plaza. Y esto es así, no tanto por haber sido compuestas hace décadas o por haber sido "banda sonora" de la vida de nuestros abuelos, sino porque su voz, sus gestos, su apostura evocan vidas pasadas, tierras remotas, dulces aromas flotando en el aire de un jardín indiano.

Hacía tiempo que no la escuchaba cantar y hace poquitos días tuve la fortuna de hacerlo en directo. Estuvo magnífica. Pese a su edad, no se quebró su voz ni flaquearon sus fuerzas. Incluso me asombró la agilidad con que se movía sobre el escenario. A sus 84 años recién cumplidos ¡84! tenía la misma sonrisa y la misma ilusión que una principiante; la misma elegancia y aplomo que tiene siempre. No puedo evitarlo, esta mujer me fascina.