Este fin de semana he estado de acampada en un oasis cualquiera, a la orilla de un río cualquiera, al sur de Marruecos. El oasis en cuestión se llama Arbaa Aït Ahmed, en Imuraid. La idea preconcebida que yo tenía de un oasis era la de un remanso de agua en medio de un interminable desierto de arena. Este oasis, sin embargo, era en realidad un pequeño valle a la orilla de un río y a primera vista apenas se diferenciaba de cualquier valle de la meseta de España. Era la abundancia de palmeras, arganeros y cactus la que hacía recordar que estábamos en Marruecos.
Nos alojamos en un bivouac, un cuartel militar abandonado de los años 30, época del colonialismo francés. Es un cuartel en ruinas en cuya explanada han acondicionado un campamento de jaimas bereberes para alojar a los visitantes.
Nos alojamos en un bivouac, un cuartel militar abandonado de los años 30, época del colonialismo francés. Es un cuartel en ruinas en cuya explanada han acondicionado un campamento de jaimas bereberes para alojar a los visitantes.
En realidad es un proyecto de ecoturismo,lo que supone que a) no hay luz eléctrica; b) no hay nada a cubierto para resguardarte de la lluvia; c) los wc son letrinas formadas por un cubo de plástico con una tabla con agujero y una tapa de water y tirar de la cadena consiste en echar una paletada de serrín al cubo; d) el agua corriente consiste en un bidón de mil litros que recoge agua de lluvia y la distribuye a la temperatura que decide Manolé alias Lorenzo.
A ello hay que añadir que acababa de pasar una riada hacía unos días y se había llevado por delante animales, palmeras y plantas varias, dejando tras sí un manto de guijarros y tierra amontonados. A ello hay que añadir que la riada debía de haberse llevado también la comida, que aunque sabrosa y preparada al estilo tradicional (hagazas de pan de leña, tajine de pollo con verduras, ensalada de queso de cabra realmente deliciosa) era algo escasa; como muestra cabe decir que una fuente de fruta para siete personas contenía 2 plátanos, 1 naranja y 1 manzana cortados a rodajas, ¡con lo barata que es la fruta -bueno, sólo ese tipo de fruta- aquí en Marruecos!
No obstante, el paisaje esa espléndido, con un río apenas naciente y serpenteante por entre las piedras, lo suficientemente profundo para poder tomar un baño y lo suficientemente poco ancho como para poder cruzarlo a nado. Por el camino, pastores con sus ovejas y cabras trepando a los arganes para comer sus hojas.
P.D.: mil requetemil perdones por no haber escrito antes, ¡no os podéis imaginar el poco tiempo que me queda libre! Gracias a todos los que me habéis dejado mensajes preguntándoos si se me había tragado la tierra. Mil gracias :-)
4 comentarios:
Cuándo quedamos y me llevas contigo?jajajjajaja
ooooh!!! yo quiero ir.... que maravilla!!!
bienvenida otra vez!!! :D
qué guay, me encantaría conocer un oasis de esos. Molan las cabras subidas a los árboles, jaja, cómo son ..
Esi sí es turismo rural y lo demás son tonterias ;)
Una caricia en el bigotillo,
El Guardián
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